Diario

🌸 Darnos una caricia al alma: la historia de Josseling

Antes de formar parte del equipo dinamizador del proyecto de salud integral, Josseling se sentía como una más dentro de la asociación. Sin responsabilidades, sin espacio para el cuidado personal, y con una rutina marcada por el trabajo constante. “Era trabajo, trabajo y trabajo… cero enfoques a nivel personal”, recuerda. Como muchas mujeres migrantes, su propósito inicial al llegar fue claro: trabajar, enviar dinero, sostener a quienes quedaron atrás. Pero en ese camino, el cuidado de sí misma quedó relegado.

Su incorporación al proyecto fue un giro inesperado. Al principio, lo vivió como una tarea más por cumplir, sin grandes expectativas. Pero algo cambió. “Las profesionales nos trataron con una entrega que nos hizo involucrarnos de verdad”, cuenta. La forma en que se acercaron, la escucha activa, las técnicas compartidas… todo eso fue clave para que Josseling se sintiera parte de algo más profundo.

Y así, sin buscarlo, comenzó a liderar. “Yo le huía a la responsabilidad”, confiesa. Pero el proyecto le dio un espacio para asumirla: estar pendiente de las compañeras, llegar temprano, transmitir información entre el equipo técnico y el grupo. “Fue un paso hacia el liderazgo, hacia el cuidado de las otras… y también de mí misma”.

Joseling vivió el proyecto en doble vía: como dinamizadora y como participante. En las sesiones de yoga, aprendió a reconocer y manejar sus emociones. “Nos enseñaron técnicas para cuando sentimos ira o vulnerabilidad… y yo era poco creyente en esas herramientas, pero me han ayudado de verdad”. Ahora, cuando se siente desesperada o frustrada, aplica lo aprendido: respira, se calma, se observa. “Antes iba a trabajar enojada, caminaba enojada con el mundo… sin saber por qué. Ahora me siento más relajada”.

Uno de los momentos más significativos fue cuando una terapeuta le hizo ver aspectos positivos de sí misma que ella no había reconocido. “Muchas veces solo vemos lo negativo… y que alguien te diga algo bueno, que te lo haga notar, te llega muy profundo”. Esa experiencia le permitió reconciliarse con su historia, con sus emociones, con su valor.

Para Joseling, este proyecto ha sido más que una formación: ha sido un acto de cuidado. “Fue como darnos una caricia al alma”, dice con ternura. Un espacio donde pudo expresarse, sentirse escuchada, compartir con otras mujeres que también cargaban historias difíciles. “Nos preocupamos tanto por los demás, por nuestras familias, por el dinero… pero este proyecto nos recordó que también debemos cuidarnos a nosotras y a nuestra salud”.

Su mensaje para otras mujeres es claro y urgente: “Que lo hagan, que participen. Es una necesidad vital. Todas lo necesitamos. Nos fortalece, nos ayuda a aceptarnos, a pensar en nuestra salud y en nuestro bienestar”.

Josseling ha cambiado, comparte que pone en práctica todas las herramientas aprendidas y las recuerda con mucha frecuencia.  Ha aprendido a liderar, a cuidarse, a respirar. Y con su historia, nos recuerda que sanar también es un acto político. Y profundamente humano.